Daniel Orizano es un ingeniero ambiental, que desde hace 12 años trabaja por la conservación de los recursos naturales. En la actualidad es especialista del Parque Nacional Yanachaga Chemillén (PNYCh), ubicada en la región de Pasco. Una de sus mayores aficiones y hoy su campo de estudio, es el avistamiento de aves rapaces y el águila inca.

A través de la observación y la investigación de estas majestuosas especies, Daniel logra comprender su comportamiento y sus principales amenazas. Conocidas también como aves de rapiña o de presa, las rapaces se caracterizan por sus picos curvados y garras con uñas afiladas para cazar a sus presas. Entre ellas ubicamos a las águilas, búhos, huitres y halcones.

Esta pasión nació durante sus visitas al puesto de control Huampal del PNYCh, en la zona norte del área, que se caracteriza por sus bosques de montaña. En sus tiempos libres, Orizano se dedicaba a observarlas y entre todas las aves que identificó quedó fascinado por el águila inca o monera (Spizaetus isidori). Desde hace cuatro años se dedica a investigarla no solo para contribuir al conocimiento científico, sino también para promover su conservación.

Cautivado por las aves rapaces

El águila cautivó a Daniel cuando la vio por primera vez en uno de sus recorridos en el 2018, junto a otros colegas. “Era un ejemplar juvenil, la vi por primera vez en el Cañón de Huancabamba. El águila me fascinó, no paré de tomar fotos (…) luego de subirlas a mis redes sociales, un especialista chileno que se dedica a estudiar a las aves rapaces me contactó y vino a entrevistarme sobre el avistamiento en uno de sus viajes a Perú”, menciona.

De esta manera inició un camino hacia la investigación de la especie. Con la motivación de su colega chileno Tomás Rivas, recorrieron zonas cercanaa donde se realizó aquel primer avistamiento de Daniel, en la provincia de Oxapampa. “Encontramos cerca de 14 nidos entre el 2020 y 2022, esto me motivo a plantear como tema de tesis el comportamiento y la dieta del águila”, nos comenta.

La investigación, que realiza gracias a una beca del Fondo Peregrino, le permitió conocer sus principales amenazas, pero también su comportamiento y donde habitan. El campo de estudio lo realiza en las regiones de Pasco y Junín. Dentro de los resultados que obtiene, identifica un fuerte conflicto con ciudadanos que viven cerca de la zona. “La gente tiene una percepción negativa, porque depreda a las gallinas, a las aves de corral”, agrega.

Con la investigación pudo monitorear dos nidos. Esto fue todo un reto, porque se ubican en pendientes, árboles grandes y sitios encañonados, lo que extendió su tiempo de estudio. Más aún porque la especie cría cada dos años. Su principal alimento son las pavas de monte, también comen monos, armadillos, palomas, tucanetas y roedores arboreos.

Un águila amenazada

De un tamaño impresionante, que llega a medir hasta 2 metros cuando toma vuelo, el ave se encuentra amenazada por habitantes y el incremento de zonas agrícolas. Daniel nos comenta que en Colombia, se perdió el 70% de su ecosistema, este mismo panorama sucede en Ecuador. Mientras que en Perú se percibe una gran fragmentación de los bosques de montaña.

En ese sentido, la principal amenaza es la perdida de su hábitat y por ende la dificultad para conseguir el alimento en los bosques donde recorre. “Al no tener hábitat, no tiene alimentos. Ahí es donde entra en conflicto con la gente. Ante la ausencia de presas silvestres, se acerca a las viviendas y depreda animales domésticos, como las gallinas, esto genera una percepción negativa”, lamenta Daniel.

En 10 años, el investigador registró evidencias de 14 águilas juveniles muertas, por depredar gallinas. Asimismo, de 130 pobladores entrevistados en las provincias de Oxapampa y Chanchamayo, se evidenció que el 20% de ellos mataron un águila. “Hemos identificado parejas de águilas, pero identificamos que posiblemente no haya un relevo poblacional, porque la mayoría de jóvenes abandonan el nido buscando territorio, pero se encuentran con pobladores o con viviendas, donde son disparados o envenenados”, alerta.

Daniel no duda que los peligros que amenazan a la especie se repliquen en otras zonas de Perú. “En Colombia la especie está categorizada en peligro crítico de extinción, es decir que la población es bien baja. Ecuador también registra cifras alarmantes”. En Colombia, la especie perdió el 30% de población en tres generaciones, según la página web Birds Colombia y el Libro Rojo de Aves Colombia.

Una rapaz majestuosa

El especialista nos comenta que el águila negra y castaña, conocida también de esta manera, se distribuye desde el norte de Colombia hasta el norte de Argentina. “Su distribución es una línea bien delgada en los bosques de montaña, en la yunga. Habita en zonas que van desde los 1000 hasta los 2800 m.s.n.m., en selva amazónica baja no hay esa especie, ni en la puna.”, confirma.

Señala que la presencia del águila inca, en las provincias de Oxapampa y Chanchamayo, se debe a la altura en la que se ubican y por ello tienen el privilegio de albergar a este especie tan única. También se puede encontrar en la Cordillera de Colán en la región Amazonas, en las montañas de Cusco y otros destinos que tienen ese mismo ecosistema.

Es un águila endémica de Sudamérica y no tiene comportamientos migratorios. El movimiento de las juveniles para encontrar territorio es de hasta 20 kilometros. Sin embargo a falta de territorio comienza a desplazarse por largas distancias. En Argentina se registró el vuelo de una ellas de casi 3000 kilómetros.

La Spizaetus isidori es un ave solitaria a excepción de la época de cría, es considerara como rara y local. Su plumaje en la frente que se perfila en una cresta, lo asemeja a un inca imponente y por ello el nombre de águila inca. Con una mirada que se alumbra por un intenso color amarillo que bordea sus ojos, Daniel la considera una de las aves rapaces más bonitas.